Male y la búsqueda de lo otro
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Desde muy temprano, Male emprendió un largo camino hacia las profundidades de sí misma. Tenía miles de dudas y muy pocas certezas, así que lo suyo ha sido una dulce manera de preguntarse, desde la búsqueda en las formas del arte, por el sentido. Su primera pesquisa la llevó a los rincones de bares, calles y pocilgas en el barrio Guayaquil, donde sus imágenes estamparon en el acrílico hasta la presencia de los fantasmas en los corredores, como una suerte de intuiciones del más allá o de memoria remota del pasado de la sangre, tan opuesto a su realidad de esta vida. Acaso para Guayaquil esa criatura delicada que la registraba fuera ya la otredad, la luz que iluminaba sus sombras.
Después, mientras desarrollaba las destrezas del uso de las tintas, el grabado, el dibujo y las técnicas impensadas de la experimentación con formas, texturas y materiales, ocupada también en la pregunta de quién era ella, con la determinación de la que está dispuesta a arriesgarlo todo, le llegó la inquietud del padre, aquel que pasó de ser el hombre sin rostro a la nube de papel del libro de sus memorias o a los recortes de sus prendas de vestir, al lado de las aguadas de una identidad que se esconde y se revela con la misma ambigüedad del dolor de una existencia lejos de los amores de esta vida.
Una vez alcanzado el dominio de las técnicas pictóricas, lo que le quedaba era investigar en ella misma. Apareció entonces en sus cuadros la gemela, la compañera de la vida desde el útero de la madre, y durante todo el tiempo, hasta la urna del místico perfume. Esto la obligó a preguntarse por la continuidad del ser en el otro: el palíndromo, el monotipo, la sombra, el espejo que sigue la imagen refleja e inversa… la imagen de agua que se desdibuja, se diluye, funde la cara con el sello. Sirviéndose de técnicas inusuales como la miel o el grafito en polvo que, al mismo tiempo son experimentación y asombro por la incertidumbre y el azar de sus resultados, ha ido encontrando la imagen de agua que somos, el reflejo cuya cara verdadera ignoramos, pero que se adentra en el revés como la magia del camino de ida que es el camino de regreso: “todos nuestros viajes son viajes de regreso”, decía Gaspar, el errabundo; “somos asomos”, dice Male. Y este es el juicio de la identidad que se desvanece, la palabra que continúa en el espejo que ya no sabemos si se aleja o se adentra en lo profundo de nosotros.
Luis Fernando Macías
Marzo de 2022
Luis Fernando Macías.
Texto curatorial para la exposición Seres seriales
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«No es que lo pasado arroje luz sobre lo presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que imagen es aquello en donde lo que ha sido se une como un relámpago al ahora en una constelación».
Walter Benjamin, Obra de los pasajes
Toda imagen trae en sí su propia vía de acceso, cada detalle nos da pistas para abarcar en pensamiento y memoria una emoción, una forma particular de sentir, de interpretar. Seres seriales propicia un encuentro honesto con la artista quien revela incluso aquello que usualmente se oculta. En la construcción visual que hace de su memoria, la introspección se balancea de las entrañas hacia afuera: una sucesión de representaciones que sugieren a su espectador la mirada genuina de quien se puede ver a los ojos frente al espejo. Cada técnica que domina la artista en sus obras determina considerablemente el aporte que hace a su arte, este conocimiento le concede total libertad y consciencia de sus creaciones.
Seres seriales captura con un sugerente hipnotismo la intimidad que se devela apaciblemente en cada retrato. Abraza la sombra y crea en esta una propia forma de enriquecer lo simbólico, concede un secreto sin palabras, pero convertido en imagen. Una serie autorreferencial que se sumerge en una búsqueda cuya importancia radica más en su forma de suceder que en el hallazgo definitivo, de ahí su carácter serial, su auténtica búsqueda por descubrir en cada representación un sentido propio. Esta es una obra que reúne un testimonio íntimo de la niña, la mujer, la hermana, la gemela.
ANDRÉS GALEANO.
Curador.
Andrés Galeano.
Texto curatorial para la exposición Somos Asomos
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TEXTO CURATORIAL PARA LA EXPOSICIÓN SOMOS ASOMOS EN LA GALERÍA LA BALSA DE MEDELLÍN, COLOMBIA. POR: CATALINA TORO.
La Balsa Arte Medellín 17 de Marzo - 24 de Abril
En la obra de Male Correa hay un marcado interés por lo autobiográfico, en el que la evocación a sus experiencias de infancia, la relación con su padre y su condición de hermana gemela, han sido detonantes de su investigación artística. Asunto que ha ido moviéndose hacia una visión plural de sí misma, proponiendo una forma de comprenderse a través del otro en un acto de reciprocidad, espejo y mímesis. Esta pulsión existencial que ha motivado su proceso artístico - que también se ha visto influenciado por la literatura- tiene un componente técnico que refuerza esta idea dual en relación al autoconocimiento. A través de capas de palabras y de un juego de impresión con miel y grafito, esta vez Male, nos invita a darle la “bien- venida a los otros”.
“El momento autobiográfico tiene lugar como una alineación entre los dos sujetos implicados en el proceso de lectura, en el cual se determinan mutuamente por una sustitución reflexiva mutua. La estructura implica tanto diferenciación como similitud, puesto que ambos dependen de un intercambio sustitutivo que con- stituye el sujeto.”
La autobiografía como desfiguración - Paul de Man Suplemento Anthropos, No 29. 1991
Catalina Toro.
Si tuviera el poder de un soplo
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Si tuviera el poder de un soplo…
«Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
(…)
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras».
Pablo Neruda
Por: Melissa Aguilar
Hoja en blanco es como se titula la narración en la voz de una niña que espera con fervoroso anhelo que algo inesperado irrumpa en la realidad. En primera persona, el relato –corto y directo– describe con detalle, no más enternecedor que franco, su experiencia en un día de julio en el que “ojalá tuviera la capacidad de desordenar el universo” para evadir la tortuosa e innecesaria tarea de enfrentar “45 minutos de hoja en blanco”, destinada a convertirse en la tarjeta del día del padre. Desprovista de poder, como lo señala su autora –y voz subyacente–Male, y sintiéndose distinta al resto, la niña resuelve rendirse ante la realidad de la demanda de su profesora y escribir con letra torpe y roja “¡Feliz día del padre!”. No obstante, y con la claridad de saberlo ausente, la protagonista en el proceso se lamenta: “Si tuviera el poder de soplar sobre los días del calendario, los pondría a revolotear, caerían lentos y armarían de nuevo la cuadrícula del mes de julio sin que nadie notara que falta uno”, el día del padre.
A este y otros relatos llegaría la artista y escritora con el pasar de los años, y con el cultivo constante de un marcado entusiasmo por la palabra en la poesía, la prosa y la grafía; no en vano su formación disciplinar en el campo del diseño gráfico le confirió mucho más que el gusto por el dibujo y las técnicas gráficas, una imperiosa necesidad de comunicar. Posteriormente, su interés en la pintura –medio en el que continuó su formación por varios años más– se encargó de abrirle nuevas perspectivas que la llevaron a tomar la decisión de dedicarse por completo a sus búsquedas plásticas y visuales. Es en esta primera época que el barrio Guayaquil emerge como foco principal de interés; se convierte en núcleo espacial y temporal de un ejercicio de reconocimiento y compenetración con la ciudad, cuyos antecedentes podrían situarse ya desde los años universitarios.
Su trabajo artístico, tanto el literario como el visual, se enmarca desde entonces en una lógica donde es a través de la exploración de lo general que se llega a lo particular; al centro mismo de sus preocupaciones: su afectividad. Mientras que resulta comúnmente reconocible que gran parte de los artistas que trabajan desde la autorreferencialidad se valgan de este interés autobiográfico para expandirse hacia asuntos más universales, compartidos si se quiere; en el caso de Male es mirar el afuera –la ciudad, las calles y recovecos, los bares, los borrachos y el tango, el anonimato– lo que termina por devenir en búsqueda interna, en el encuentro inesperado y provechoso de una figura hasta ese momento desemejada. Desde esta perspectiva, su trabajo ha estado orientado hacia la indagación por la identidad propia en función de reconocerse en la ausencia del ‘otro’, de ‘ese otro’, su padre.
Una de las grandes dicotomías en la reflexión que desde la historia del arte se ha hecho sobre el arte y la práctica artística desde el Renacimiento, época en la que autores como Hans Belting sitúan el nacimiento de la era del arte –al menos en lo que se refiere al contexto occidental–, tiene que ver con cómo práctica creativa y vida se han acercado o alejado a lo largo de los siglos. De hecho, desde el siglo XV, la búsqueda de elementos que permitieran relacionar la vida de los artistas con sus obras se constituyó como uno de los ejes fundamentales desde los cuales se fundó una narrativa hegemónica; vínculo que varios siglos después, durante la primera parte del XX las vanguardias retomarían, en otro espíritu no obstante. Para el arte contemporáneo, por el contrario, las visiones intimistas fruto de una viraje autorreferencial –como es el caso de Male– resultan en formas biográficas que se van a centrar en repensar la identidad como producto de la subjetivación, derivación del proceso a través del cual nos construimos como sujetos y manifestamos dicha subjetividad. Es decir que en este sentido, la actividad artística como construcción biográfica supone la afirmación de la identidad como algo mutable, inestable, y que la búsqueda de una suerte de verdad afectiva lo que recalca en realidad es su precariedad, provisionalidad y parcialidad.
Resulta en este contexto relevante señalar que la expresión a la que recurre la niña del relato tenga que ver justamente con alterar el orden: desordenar el universo y soplar sobre los días del calendario para trastocarlos, y al mismo tiempo declarar de forma reiterada su carencia de poder para la acción de cara a una situación que la desborda. Para hacer frente a la voz de la niña, aparece entonces la de la artista, mujer adulta, para intentar restablecer el orden, pero no cualquier orden sino el propio, que tiene que ver con la idea de reconfigurar la historia personal, en este caso, inventándosela o recreándola, de manera más o menos inconsciente, con fragmentos e indicios del padre en espacios que evocan su presencia: el bar, la cantina, las residencias, la calle… más recientemente lugares indeterminados en los que se suspenden los personajes en una suerte de bruma colorida y borrosa.
Es así que en series como Recuperarse (2008), Las Jollas (2005-2006), Cobijos (2004) o Guayaco por dentro (2002-2004), Male no solo intenta evocar, tal vez mejor sería decir desentrañar, lo que de nostalgia queda por el Guayaquil que desde sus comienzos albergó el escenario privilegiado de la cultura popular, sino la añoranza de algo que se persigue sin estar muy segura de qué es. El histórico barrio se convierte de esta manera en pretexto para el inicio de una búsqueda personal que a partir de entonces se moverá entre dicotomías: presencia-ausencia, cubrimiento-develamiento, exterioridad-intimidad.
Las tensiones entre el espacio público y el privado que aparecen como consecuencia de esto, responden al permanente desdibujamiento de los lindes que en los barrios populares y periféricos hacen que la calle se convierta en extensión de la casa. Para el momento en el que Male lo recorre y lo cartografía a través de imágenes, el barrio se ha convertido en una zona donde coexisten prácticas y estéticas populares y del ‘bajo mundo’, no obstante en las cuales es capaz de encontrar las expresiones más íntimas y cálidas de las clases marginales que allí se alojan, y que la convierten en su zona sacralizada.
Guayaquil, ubicado en pleno corazón del Centro de Medellín, es un barrio cuyos orígenes están asociados al asentamiento paulatino de campesinos y comerciantes en el siglo XIX, quienes atestiguaron las primeras transformaciones urbanas que lo conducirían a convertirse en una zona efervescente y contradictoria. El comercio lo llenó de vida durante numerosas décadas y para los años setenta del siglo XX se había consolidado como el lugar en el que la bohemia, el trago, el tango, la miseria y la opulencia definirían el carácter del sector.
Los referentes literarios locales han jugado aquí un rol trascendental para el trabajo de Male, pues no solo han nutrido la práctica escritural que hasta el día de hoy se materializa en un corpus narrativo compuesto por relatos que recopilan la vivencia de un proceso de reencuentro con su padre y que articulan experiencia subjetiva y ficción; sino que en ocasiones representan recursos conceptuales o gráficos para pensar aquello que se nos ofrece luego en pinturas y grabados: rincones solitarios, cuya certeza de estar habitados se da solo por la sugerencia de un indicio.
En este sentido, la producción literaria de Helí Ramírez (1948-2019) y Manuel Mejía Vallejo (1923-1998), cada uno vocero relevante de su propia generación y de una forma singular de escritura –la del lenguaje barrial de las galladas y la noche–, aunque con varias décadas de diferencia, es recurrentemente referenciada por la artista como nodo de interés y punto de quiebre para pensar su propio trabajo. Estos dos autores escrutaron a Medellín, palmo a palmo, con sus palabras ya desde lo alto de las montañas circundantes del valle en los barrios periféricos o desde el corazón mismo de la vida urbana, exaltando en ambos casos la palpitancia de una vida que se asume con intensidad, los rasgos de lo popular, lo barriobajero, la oscuridad, la hostilidad y el desgarramiento de la violencia, que en sus diferentes formas, matices y contextos atraviesa espacio y tiempo no importa si es centro, norte, sur, oriente u occidente. Citas como “No robaba ni salía a Guayaco a pichar” del poema Juagaba de alero de Ramírez, o “Maleducaos los recuerdos metiéndonsen onde no los llaman” de Mejía Vallejo, aparecen como texto-imagen central en dos de sus obras, la última de las cuales le valió el premio en la modalidad dibujo del 44° Salón Nacional de las Artes de la Universidad de Antioquia en 2018.
Esta pieza ejemplifica, por otro lado, el permanente compromiso de la artista por explorar e investigar nuevas posibilidades para el dibujo y los lenguajes gráficos; en esta ocasión, por medio del material que usa para escribir-dibujar. Miel y polvo de grafito constituyen la densa mezcla, la cual al aplicarse sobre el papel no es absorbida por completo, generando goteras que caen de forma paralela a la escritura y atreviesan el plano en toda su extensión, lo dibujan.
Al igual que en el caso de las obras de Male, en la novela cumbre de la cultura popular urbana Aire de tango (1973), Manuel Mejía Vallejo recurre al ámbito urbano como material narrativo y sitúa a Guayaquil –el barrio bajo de Medellín– como eje de un relato en el que también dos personajes –uno presente (Jairo, el protagonista) y el otro ausente (el ‘espíritu’ de Gardel)– viven en paralelo. En cierta medida, la vida de ambos termina por ser no solo la evocación de la ciudad misma –los ritmos y matices de un lugar que no es del todo pueblo ni tampoco metrópoli–, sino además el punto de cruce y fricción de una ficción en la que el juego de hacerse invisible apela a la condición de anonimato y resistencia inherente a las ciudades latinoamericanas del siglo XX, en las que las promesas de modernidad y progreso habrían de convertirse más pronto que tarde en realidades engañosas y laberínticas.
En la serie Hospedajes (2012), Male recurre a la técnica del intaglio para crear una serie de imágenes con palabras que, lejos de ser aleatorias, corresponden a nombres de hoteles del Centro de Medellín; espacios recorridos y aprehendidos en sus largas búsquedas desde sus días de formación en la universidad. Los resultados que obtiene gracias al grabado en relieve inverso sobre la superficie plana del papel, proponen un juego visual en el que presencia-ausencia, en este caso del color, remiten al problema de la visibilidad –o invisibilidad– que atravisa su obra, y ante todo, su vida. Con la aplicación de color solo a un fragmento de la palabra, unas veces al comienzo y al final, otras justo en el centro o saltadas, el ejercicio acude a la recreación de una cierta inestabilidad visual que engaña al ojo desprevenido y que solo hace evidente su emergencia completa cuando el espectador-lector logra articular tanto lo que está presente como lo que parece ausente. Sutílmente insinuados aparecen los restos de las palabras que bautizan hoteles y hoteluchos: La Mirada, Libia, Gales, Americano, El Arriero; nombres rimbombantes y gastados a la vez que evocan tanto la geografía universal como un intento de poesía vernácula.
Sus narrativas, literarias y visuales, constituyen ficciones –en gran medida autorreferenciales– que hablan de la invención de un ‘otro’ a través del cual se descubre una forma de recuperar –o volver a crear– la memoria; fragmentos inevitablemente desordenados que al final permiten tanto el reconocimiento de la pérdida como del encuentro, a través de la voz de la niña, la mujer adulta o la artista. En este sentido, una de las piezas que recurre a la estrategia del fragmento es el libro de artista, elaborado a partir de recortes de textiles (paños o lanas en tonos oscuros que referencian el vestuario tradicional formal masculino) y retazos de las memorias escritas por el padre de Male. Tras romperlas deliberadamente, la artista dio paso a un proceso reflexivo de reconfiguración narrativa en el cual de cada página se extrajeron palabras o frases que luego, por fuera de su contexto original, fueron reposicionadas para leerse bajo un nuevo sentido en el que se hace alusión a esa relación de extravíos y reencuentros con el padre: “…sin otras palabras…” “…respondió las preguntas…” “Al final se despidió…”. “Yo recorto algunas frases y palabras, y aparecen mis memorias”, señala al respecto.
En su trabajo más reciente, aquél que la artista convirtió en su búsqueda más tenaz por tantos años, que la llevó a recorrer lugares como los que él frecuentaba y a entablar lazos afectivos con personas como con las que él probablemente también compartía, al fin se revela con un cuerpo en sus pinturas. No obstante, las atmósferas y fondos, vaciados de contenidos referenciales o difusos gracias al efecto del color, continuan evocando un tiempo inconcluso, paralizado; tal vez el de la búsqueda perpetua de un padre que aún después del encuentro se continúa inventando, esta vez, después y muy a pesar de la muerte.
Más allá del uso de técnicas gráficas sobre papel, Male se ha interesado en estos últimos proyectos por explorar otro tipo de soportes como el textil, el sintético o el papel imprimado con acabado liso y brillante, que interviene a través de grabado, pintura o con hilo. Las imágenes que sobre estos fondos mínimos se plasman muestran casi siempre personajes de espalda, hombres –en el agunos casos mujeres– difusos o lejanos, que vacilan con la escala sin tener ningún otro referente de medida que el marco del bastidor. La soledad que de forma directa o evocativa atraviesa las figuras parece ser la poética a la que recurre la artista para lograr que el espectador sienta la invención de una vida.
Melissa Aguilar.
Entrevista con Oscar Jairo González
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ENTREVISTA DEL PROFESOR OSCAR JAIRO GONJZÁLEZ.
AGOSTO DE 2024
1. ¿Cómo y de qué nueva manera o como se mantiene siendo
nueva para usted, la inserción constante en lo nuevo o sea, lo
que se revela y se oculta una y otra vez, en el tema de la
Identidad, y en qué dimensión y cómo se da en “Mirror”?
El tema de la IDENTIDAD ha sido un detonante en mi obra desde su comienzo, siempre me ha acompañado la inquietud por descubrir ese misterio que somos y será fuente inagotable en tanto por lo que sucede, y que planteas en tu pregunta: siempre habrá algo que se revela y algo que se oculta. En este sentido, hay algo de mágico en mi qué hacer, yo no lo llamaría “nuevo”, sino más bien renovado e inagotable, ya que, lo que se revela lleva al autor y al espectador a la satisfacción y lo que se oculta a la curiosidad.
2. ¿Proyecta una nueva dimensión más de su yo en relación
con usted misma o se concentra nuevamente en densidad de la
obsesión, masa densa y misteriosa de otro (a) y por qué, en
qué forma hace catarsis o no y para qué?
No asumo la función catártica del arte como una premisa en mi trabajo. No escribo ni hago arte para sanar nada, pero puede suceder como una consecuencia. Es cierto que después de series como semejante, en la que instalé mis obras en una casa abandonada para hacerme las preguntas sobre mi padre o Mirror, en el Museo medina, me siento más liviana y más verdadera.
3. ¿De ese sí misma, que busca exhibir como el poner o
ponerse a prueba ante su misterio y su desconocido (a), qué
también lo es usted, y como entonces se instala, con qué
carácter en el “Autorretrato”?
El autorretrato es una manera de objetivarse, de poner distancia para verse. Generalmente uno cree conocerse, pero me pregunto si esa autoimagen coincide con lo que el Otro percibe de nosotros. También me pregunto si eso que creemos ser, es verdadero o es una máscara que no nos deja ver la escencia, lo que realmente somos. En ese ejercicio de aceptación de lo que se es, con sus luces y sus sombras hay implícito un reconocimiento de Otros que nos habitan. Quisiera proponer esto como un camino de tolerancia hacia los demás. ¿Cómo juzgar a alguien cuando uno mismo conlleva un monstruo? Si llevamos esto al contexto, pienso que esta premisa sería útil para superar conflictos que acosan al mundo actual, tales como la migración o las distintas formas de violencia como el racismo, que no son otra cosa que un miedo al Otro, un rechazo al que es diferente a mi.
4. ¿En medio de la necesidad estética, que usted misma causa,
en todos los sentidos, con todos los sentidos para hacerse
sentir (la eclosión del sentir como conocimiento), cómo se dio
la revelación de lo que usted nombra como “Sombra”?
La revelación de la Sombra fue en un principio un hecho meramente estético y formal. Sucedió durante la pandemia, en un día muy soleado, al observar la sombra que proyectaba mi cuerpo en el piso. Tal vez en ese momento, en el que todo parecía detenerse, tuvimos más tiempo para la observación de las pequeñas cosas. Decidí entonces tomar una foto a ese reflejo y al revisar lo que aparecía en mi pantalla, me llamó la atención el gesto de mis manos sosteniendo el celular. ¡una selfie a la sombra!, pensé, y se me ocurrió que mi próximo cuerpo de obra partiría del autorretrato, específicamente de fotografías selfies (dada su contemporaneidad) y que intentaría fotografiar no mi sombra física sino una más profunda. Para ello tuve que estudiar la teoría desarrollada por Carl G. Jung quien sostiene que la Sombra es aquel aspecto de nuestra personalidad que ocultamos por ser algo oscuro y en ocasiones monstruoso.
Afortunadamente, en tiempos de pandemia había tiempo suficiente para emprender una investigación como esta.
5. ¿No es “Mirror”, o está constituido y estructurado como un
relato de su vida; no es también como su libro
“Dosconocidos”, o qué le dicen o no a “Mirror” o “Mirror” a
ellos, a los relatos, y como se proyectan sobre su mundo?
Mi trabajo como artista visual y escritora bebe de lo autorreferencial, de las grietas y fracturas que encuentro en mi experiencia vital, asuntos que aparentemente son personales pero que son, sin duda, universales.
Mis primeras pinturas (2000-2006), una serie de obras documentales, plasmaban el viejo barrio de Guayaquil, en el centro de Medellín. Sus inquilinatos, cantinas y hoteles de paso; las baldosas bicolores y los catres de metal, me hablaban de mi origen, de la casa de infancia, de mi contexto, pero también encontré allí la huella de mi padre a quien conocí a mis veintisiete años de edad. Mario, quien más que padre, fue mi amigo, me contó que en su juventud fue un asiduo visitante del barrio, que se hizo alcohólico en los lugares que yo registraba y entonces entendí que, mis primeras obras, eran una manera inconsciente del asunto arquetípico de la búsqueda del padre. Este mismo relato es el que desarrollo en mi primera novela DOSCONOCIDOS. No es posible construir el relato de la propia identidad cuando se desconoce el orígen. Afortunadamente pude ponerle un rostro a la palabra Padre, el mismo que se asoma al espejo cuando me miro. Porque uno es, en gran medida, aquello de donde viene.
6. ¿En “Mirror” observamos, que hay una mediación e
intervención con el “Somos”, quisiéramos saber, ese somos,
de qué se trata aquí, como lo relaciona o no, y desde dónde lo
observa usted siendo otra, o es la misma?
La palabra SOMOS es un guiño a mi vida en plural, que es el hecho de tener una hermana gemela.
El texto siempre ha estado presente en mi práctica artística y específicamente, la instalación que presento en esta muestra, contiene un bordado con la expresión: Somos asomos, la cual es un palíndromo (esas palabras o frases que se leen igual al derecho y al revés). Pues bien, mi hermana y yo somos un palíndromo, pero asomarse al espejo también lo es.
Aparte de esto, pienso en cuanto a la pregunta por la Identidad, que nunca alcanzamos a vislumbrar completamente el propio ser. Somos apenas un asomo…
7. ¿Usted indica, muestra, evidencia o no, en “Mirror”, el diablo
(a) o sus diablos (as), como aquello que estaba en usted, desde
su formación en la vida, de lo que lo han dicho o le hicieron
decir, y entonces en este momento, aquí nos lo dice, cómo y
por qué?
Cuando decidí encarar mis sombras, empecé por la más monstruosa, aquella que me producía mayor temor. Al ser educada en un colegio católico, la figura del “diablo” fue una amenaza constante a tal punto que me sentía incapaz de pronunciar la palabra. Confieso que las primeras obras, nunca expuestas por supuesto, resultaron escalofriantes, grotescas, monstruosas, pero fueron fundamentales en el proceso. Dice Jung que el único camino para desvanecer o minimizar la sombra es hacerle frente y parece que en mi caso funcionó porque los diablos que presento en Mirror finalmente se ven inofensivos, casi juguetones. Y sí, ya soy capaz de nombrar al diablo con minúsculas, inclusive.
8. ¿Esa visión sobre la (s) mujer (eres) en usted, las que son,
las que serán, etc, qué le dicen, en su necesidad intensa de
transformación de sí misma, como hechicera o como duende o
diablo, de lo físico y lo psíquico (Jung)?
¿Quién soy? ¿Qué ves en mi?
Le pregunto al espejo.
Y él responde:
-Veo tus sombras y en ellas a todas las mujeres. Las que han sido, las que eres y las que serán.
En este texto, que le da la vienvenida a los espectadores de la muestra, quiero contarles un poco sobre las figuras arquetípicas: patrones femeninos que se repiten desde el principio de la humanidad, pero también instalar la pregunta sobre la imagen que nos devuelve el espejo al mirarnos en él.
En mi caso, el espejo me contó que en mi reflejo están las mujeres que me precedieron, desde mi abuela hasta Eva y las que voy descubriendo dentro de mí cada día, que son las mismas que vendrán en tiempos futuros. Todas las mujeres llevamos por dentro una Edith, una Julieta, una diosa, una bruja, una hechicera etc.
9. ¿Cómo se desencadenaron (o la encadenaron) los títulos de
la serie “Mirror”, como por decir: “Hechiceradiabla”,
“Locohechicera” o “Dundehechicera”, u otros, qué se dice o lo
dicen a usted, y que busca o intenta decirle a los
espectadores?
Los títulos son palabras compuestas que hablan de los múltiples seres que nos habitan, de la imposibilidad de encasillar al ser en algo único, son una invitación a jugar con el espectador para que él mismo se invente los vocablos que lo nombran según sus propias sombras.
10. ¿Por qué, para qué y qué le llevó y lleva a usted a invertir
las figuras en “Mirror”, en los “Autorretratos”, esa tensión que
causa o quiere causar sobre el revés y el derecho, que mueve o
le movió a hacerlo?
Me interesaba la imagen espejada, eso que he vivido desde siempre por tener una hermana gemela, pero he encontrado que esa pluralidad, no me es exclusiva, sino que es una condición común a todos. Según la teoría de Carl Jung, el Otro, es un espejo que revela las propias sombras. Así, una situación personal se conecta con lo universal. El espectador que visita la muestra encontrará que mis piezas son como espejos y, con suerte, lo llevarán a reflexionar sobre sus propias oscuridades. Por esto tanto en las obras como en la museografía todo se repite, todo se desdobla, todo se refleja, todo se lee de arriba abajo, de adentro hacia afuera, en el haz y en el envés.
11. ¿Podría hablarnos un poco sobre la (s) técnica (as), en las
que se basa “Mirror”, y por qué requiere de una técnica para lo
que hizo, como la percibió antes de racionalizarla y someterla
en el vaciamiento de “Mirror”, en la propuesta estética y por
qué?
“The medium is the message” (el medio es el mensaje), dice la curadora Carolyn Christov.
En mi trabajo, la técnica es determinada por el concepto. No expresa lo mismo un retrato realizado en la sutileza de una acuarela que en la fragmentación de un collage, por ejemplo. Por esto, es recurrente que llegue a inventarme la técnica que necesito para expreasr algo. Un ejemplo de esto, son los dibujos que desarrollé en 2016 durante una residencia artística en Casa Tres patios a la que llegué con el concepto de la transformación en mente. Para expresarlo se me ocurrió pensar en la miel, un elemento que se transforma con los cambios de temperatura y que pareciera vivo al chorrear sobre el papel. En Mirror presento monotipos serigráficos, una técnica que me permite realizar autorretratos más gráficos, menos académoicos que el dibujo a lápiz, por ejemplo. Además, era muy importante poder evidenciar la serialidad, lo que se duplica, como cuando uno se asoma al espejo, por esto, las técnicas gráficas que permiten repeticiones, como el transfer o la serigrafía, calzan perfecto.
12. ¿Qué le dice, qué le propuso, qué le presentó y qué le
provocó, en el orden de la vida y mundo del arte a usted, el
trayecto que hizo “Mirror” de su taller, aquí a la exhibición de lo
que realizo, que incidentes tuvo o no y por qué, qué le dice
estar aquí?
Llevar “Mirror” al museo fue encarnar la expresión: exponer es exponerse. Todo el proceso de creación estuvo dentro de una atmósfera de segura intimidad, pero una obra de arte solo se completa cuando se pone en diálogo con el espectador. Una vez colgados los once binomios arquetípicos, sentí que la obra se cargaba de potencia, como si cada arquetipo femenino le otorgara fuerza a los demás, como si un montón de voces femeninas, una vez asumidas, se sintieran liberadas al aceptar serenamente aquello que son.
La obra definitivamente se transforma con el paso del taller a la sala de exhibición, el hermoso espacio del Museo Medina de la Universidad CES enaltece la obra y le otorga dignidad.
13. ¿La vida del arte también se sostiene en lo insostenible, se
mueve entre lo estable y lo inestable, lo real y lo irreal, podría
indicarnos donde o en qué “medida”, se proyecta en esta
“Mirror”, el mundo del sueño o los sueños, lo consciente e
inconsciente y qué son y por qué?
Cada vez intento acercarme más al inconsciente, trato de huir un poco de la razón en cuanto “lugar seguro” de lo aprendido o de lo canónico. Me interesa invocar el azar para que sea el inconsciente quien se exprese. Para ello, uso un método parecido a la escritura automática: una vez tengo claro el concepto o aquello que quiero expresar, escojo una técnica en la que haya cierto descontrol, donde aparezca la mancha y trabajo libremente tratando de desconectar el consciente y la censura.
También encuentro útil el lenguaje de los sueños, con frrecuencia resuelvo asuntos técnicos o conceptuales a través de ellos, por esto, me es indispensable una libreta y un lápiz en mi mesa de noche donde plasmar esa información que me llega cuando duermo.
14. ¿Hay en “Mirror”, ya usted nos dirá sí o no, o en qué forma
y sentido lo es o no, un cierto contenido, contención y eclosión
de una sensualidad y sexualidad qué esa mirada sobre “sí
misma” (otra), las causa, las necesita y las exhibe o no, y por
qué?
Si se lee en Mirror una sensualidad, será una consecuencia involuntaria, lo que tuve claro desde el principio, fue una necesidad de asumir mi propia sombra desde el cuerpo, desde el gesto. Yo quería lograr honestidad ante todo. Si iba a enfrentar mi parte oscura, no podía decirme mentiras. Estaba claro entonces que iba a realizar autorretratos sin artificios como maquillajes o vestuarios, sino apoyándome en el gesto del propio cuerpo, preguntándome al asumir cada pose por ejemplo: ¿cómo se expresa el diablo? ¿cuál es la postura de una diosa? Para ello creo que me ha sido útil mi formación en danza, pero debo confesar que en un principio le temí al desnudo y quise contratar a una modelo, sin embargo, luego de preguntarme ¿por qué sobre mi desnudo ejerzo censura, pero si es otro cuerpo no? Esta pregunta me llenó de fuerza para asumirlo.
15. ¿Podría hablarnos un poco más, más de lo que nos dicen a
nosotros (los espectadores) estas dos cuadros, y como
estructuran o desestructuran la muestra “Mirror”, o como la
forman y dimensionan su sentido relacional con toda ella, y por
qué sí o no?
En estas dos obras conviven la luz y la sombra, la diosa se hace una con la bruja o con un duende y ambos se ríen de sus travesuras. ¿O será que no se toman tan en serio y se ríen de ellos mismos? Aparte de estas, habrán muchísimas más lecturas, tantas como observadores. Al igual que los demás binomios realizados en serigrafías, son un juego de múltiples, arquetipos femeninos que se desdoblan como cuando nos reflejamos en un espejo de agua. Son un “mirror” para quien desee asomerse a él.
16. En sus temas (constructos diseminadores del arte o de su estética), los que le hacen acceder, provocar un conocimiento, incrustar una conciencia sensible, asir o no un símbolo, sentir en qué dimensión, sostener su visión de conocimiento, o que haya hecho un trayecto en su vida obsesivo onírico quiromántico y real: ¿Podría decirnos que flor lo ha causado y realizado y por qué y para qué en lo que ha hecho o en lo que hace? (Revelación del instante, o de su catarsis)?
Querido oscar, ¿podrías simplificar esta pregunta?
¿Te refieres a una flor en sentido literal o es una metáfora?
Si es literal, no sé por qué asumes la influencia de ella en mi obra. Si es metafórico, asumo que te refieres a detonantes, pero me parece que ya hemos desarrollado eso en otras preguntas anteriores.
Quiero agradecer tu presencia en la inuguración el pasado jueves y el haberte tomado el tiempo para reflexionar sobre mi trabajo. Gracias por las lecturas que haces de él.
Male
Oscar Jairo González.
Texto curatorial Guayaco por dentro
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TEXTO CURATORIAL PARA LA EXPOSICIÓN GUAYACO POR DENTRO.
El arte en Colombia, durante los años 70 tuvo un gran desarrollo bajo las influencias del Pop Art Latinoamericano. En ese período florecieron las escuelas de diseño gráfico, publicidad y aparecieron las nuevas academias de artes plásticas que tenían fundamentaciones más conceptuales y contemporáneas y que precisamente por no tener que arrastrar con el peso de las tradiciones académicas, pudieron enfocarse en nuevas y diferentes maneras de afrontar el arte.
Por otra parte, las ciudades Latinoamericanas tuvieron un desarrollo descontrolado. El paso de una cultura agraria a una industrial, se produjo sin proceso, fue algo instantáneo, como la nueva cultura, lista para ser consumida. Ese desarrollo cambió el uso de los espacios y de las costumbres de una manera brutal.
La globalización fue asumida sin preguntas, pues ante las necesidades de la sobre vivencia cotidiana, estas cuestiones, quedaron para los intelectuales, los economistas y los políticos de turno. Pero la aldea global está compuesta de tribus y muchas de estas tribus son impermeables al cambio, no por que se resistan a él, sino porque con su indiferencia, sencillamente lo desconocen.
Es en este contexto donde la pintura de Male se mueve, como un fantasma entre las sombras y sólo aparece levemente en el reflejo de los espejos. Por una parte, con una estética heredada del Pop Art, sustentada con un excelente manejo técnico, matérico y de color, y por otra con una actitud de Voyeur cómplice que nos permite aproximarnos a estas islas olvidadas por el tiempo y la cultura, sin convertirlas en espectáculo de circo o en la común denuncia de la que se saca provecho en el primer mundo.
Mira, percibe y nos deja ver, sobre todo ese sabor estético, que en estas tierras tenemos con las cosas con las que aprendimos a convivir, apreciando lo bello que hay en ellas. Esto no quiere decir que nos acostumbramos, nadie se acostumbra a la muerte, al hambre y a la violencia, pero todo esto hace parte de la vida que nos toca vivir. Hay una extraña belleza oculta hasta en las cosas más duras y estos seres y lugares han tenido con Male una confianza que les permitió compartir con ella y para nosotros lo que humildemente poseen.
Male hace por nosotros un trabajo que para casi todos sería imposible, entrar a lugares inaccesibles, que sólo ella con su dulzura y ternura, es capaz de ablandar, pues son impermeables a la fuerza y el dinero.
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Federico Londoño
Profesor Asociado
Escuela de Artes Universidad Nacional de Colombia
Sede Medellín.
2002
Federico Londoño.
Inventarios de la memoria
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INVENTARIOS DE LA MEMORIA
LA OBRA DE MALE CORREA
POR: LUCRECIA PIEDRAHITA.*
Segunda poesía vertical
-1963-
(...)
Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo, otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.
(...)
Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.
Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.
(...)
Roberto Juarroz
El fuego se consume en el espacio de lo doméstico. Los recuerdos de familia y las historias que tejen las afinidades interiores del alma se circunscriben a la esfera de lo privado, del oikos, de lo reservado. Allí instala la artista Male Corre su mirada y asume la imagen como una decisión pública. La imagen que posee un espesor sensorial, es frontera móvil y un factor determinante de la producción simbólica y de las prácticas artísticas contemporáneas.
En la obra de la artista el espacio es el contenedor de la totalidad de los objetos del afecto y del recuerdo de las comunidades desplazadas por la violencia: nevera, platos, cama, ropa, silla. Esta cultura material, subrayada en un elemento de uso cotidiano como el mantel del comedor, se hace topos – lugar, soporte, arquitectura, paisaje, materia, límite visual y entorno. Los espacios de fondo, los espacio/mantel son el espacio significante.
Este elemento estructural del espacio en la pintura denota la capacidad perceptiva con la que la artista reflexiona por el drama del desplazado. El desplazamiento es una ruptura profunda en las lógicas de la vida. Aprehender su historia es levantar una imagen como disposición al caos, re-elaboración del mundo interior, re-construcción de las ruinas de la morada del hombre; es reflexionar sobre la contemporaneidad como presencia ambigua, efímera y cambiante, en la que la conjugación de tiempo y espacio comunica y define la imagen; imagen dislocada de los individuos desarraigados que en busca de significación reinventan los códigos; es realizar una ardua labor de catarsis que recupere para el desplazado los múltiples sentidos –antropológicos, sociológicos y estéticos– del habitar la tierra después del paraíso y antes de la expulsión.
En 1951 se publicó un breve escrito, Bauen Wohnen Denken, Heidegger distingue, precisamente, entre construir (bauen) y vivir o habitar (wohnen). La idea de habitar relaciona íntimamente los conceptos de lugar y ser. Habitar, según Heidegger, es convertir el espacio físico, racionalmente constituido, en una representación material del “ser en la tierra”. Es decir, dotar de significado las categorías del ser y estar. En la relación significativa que se da entre el ser y el habitar un lugar, un espacio, se desarrolla un sentido de identidad y pertenencia, en el cual la función espacial posee unas características culturales, familiares, económicas, sociales, además de unos valores simbólicos que determinan esa relación. Al hacer cada individuo uso del espacio donde habita, construye una relación comprometida, activa y consciente con éste. El hombre habita y es habitado.
En la definición formal de las pinturas/dibujo de Male Correa se encuentra unas relaciones de continuidad y contigüidad de planos que conforman un paisaje final. Planimetría de las siluetas de las casas intervenidas con dibujo/pintura que señalan el paso del tiempo, las habitaciones desoladas, las ventanas que se insinúan por procesos de veladuras para dejar ver al fondo un paisaje de abundancia: frutas, animales, flores. Estos paisajes son metáforas, signos instalados en la vida social del ciudadano, imágenes que habitan simbólicamente el paisaje que existía antes de la huella de la barbarie.
Estos signos que nos habitan, habitan –simbólicamente- la cultura material de las comunidades desplazadas. Signos que somatizamos, signos que duelen, signos que nos proveen felicidad, signos que nombran, que marcan, signos que llegan antes que la palabra pronunciada cuando el olvido se instala.
En este juego de representación se plantea las relaciones entre la abstracción y la figuración, entre realidad e irrealidad. El espacio doméstico se transforma en helicóptero, los objetos que nos unen emotivamente a la casa rompen el espacio abierto para ser resguardados en otras periferias, otros horizontes, el juguete adquiere dimensiones habitables y es a su vez el regalo que llega. Todos, potentes indicadores de memoria que nos hacen re - cordar, volver a pasar la hebra, el cordel. Recordar viene de cordis (corazón), significa: volver a pasar por el corazón (-los antiguos griegos y romanos no ubicaban la mente en la cabeza, sino dentro del pecho-). Recordar sería volver a pasar por la mente para nunca perder sus nombres, los nombres de tantos ciudadanos sometidos al desplazamiento forzado.
En la muestra – Ayuda Humanitaria- Male Correa denuncia con sensibilidad e inteligencia el drama de quien lo ha perdido todo, del desplazado y sus cuerpos que callan; el suyo no es un silencio que no habla, sino que es un silencio que prohíbe que se hable en su nombre, pero a través de las subjetividades precisas que caracterizan la obra de la artista se les restituye la palabra y el lenguaje plástico da cuenta de las estéticas políticas.
*Museóloga / Curadora / Candidata a Magíster en Pensamiento Estético Contemporáneo (México D.F)
Lucrecia Piedrahita.
Cada uno se va como puede
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CADA UNO SE VA COMO PUEDE. ANÁLISIS DE OBRA.
POR: DR. JOSÉ ENRIQUE PALACIO.
2011.
La artista antioqueña María Adelaida Correa conmovida por la realidad social colombiana, magnifica en cada una de sus obras as palabras “hogar” y “habitar”, que adquieren una especial significación al ser revertidas al lienzo. Sus trabajos iniciales con la serie inquilinatos, muestran esos lugares prestados a los que cada habitante les da una vida propia, intima y privada. En consecuencia, aparece una nueva serie, muy actual, llamada “ayuda humanitaria” que invita a la reflexión sobre las poblaciones desplazadas, bien sea por los destres naturales o producto de la violencia.
El desarraigo producido por causas naturales o por el conflicto armado hace que las personas dejen atrás todos los objetos de la vida diaria, desde los más indispensables hasta aquellos recuerdos que simplemente reviven las felices o trágicas circunstancias del pasado. Desaparecen en un momento huellas, afectos propios de su hogar. En medio de este triste acontecer aparece la “ayuda humanitaria” como ese reparador de situaciones y de bienes materiales que son sólo un alivio para los dolientes que continúan sumidos en el sufrimiento, mientras que las organizaciones que prestan estos servicios obtienen beneficios políticos y hasta económicos, producto del sufrimiento humano. Male en su cuidadosa investigación recopila los personajes en los periódicos para hacer una reflexión desde la estética.
En su obra Cada uno se va como puede, la artista muestra un gran espacio, silente, sin horizonte, pero significante, por el que deambula un hombre que arrastra tras de sí, aquellos objetos de primera necesidad, el colchón, la silla “Rimax”, las sandalias, la olla a presión, la máquina de moler y hasta la penca sábila. El fondo de la obra habla de soledad y de ese incierto deambular por la vida cuando se es objeto del desplazamiento, independiente de su causa. La ayuda humanitaria llega como esos objetos sin historia que llegan al afectado por donaciones de entidades o personas anónimas, en ocasiones lanzados al vacío desde el aire. Muchas veces la vida comienza con ese “bulto” que aparece sin nombre y sin memoria como el regalo de un desconocido.
Heidegger en 1951 publicó un escrito titulado “Bauen Wohmen Denken”, en el que pretende distinguir entre el habitar (wohmen) y el construir (bauen), donde la idea de habitar relaciona los conceptos de lugar y del ser. Habitar para Heidegger, no es más que convertir ese espacio físico en una representación del ser en la tierra, es darle un significado al ser y al estar. Cuando el hombre reside en un espacio adquiere una relación activa con éste, donde habita y es habitado. Es por esto que el fenómeno del desplazamiento forzado agrede lo más profundo del ser y deja una marca indeleble, una herida que no cicatriza.
En esta producción artística, los paisajes habitados son metáforas que traducen el dolor que representa la huella de la barbarie natural o social, el desarraigo del hombre.
Dr. José Enrique Palacio.